viernes, 27 de julio de 2012

Juan Manuel de Rosas el Tirano Dictador

Cartas de Hombres de la Historia
encontra del Tirano y Dictador Juan Manuel de Rosas



Juan Manuel de Rosas: Perfil de un tirano.
Por Alberto Benegas Lynch

En no pocos lares ha habido (y hay) imitadores de Calígula. Uno de ellos fue parido en tierras argentinas y utilizó el apellido Rosas (aunque fue bautizado Ortiz de Rozas, según algunos “por respeto a las rosas”). 

En varias de sus obras, Isidoro Ruiz Moreno destaca que este personaje se declaró enemigo de la gesta independista de 1810, tal como el mismo lo especificó posteriormente en un discurso el 25 de mayo de 1837. También consigna Ruiz Moreno que cuando se produjeron las invasiones inglesas, Rosas se retiró a su estancia,  en 1837 inició una guerra no declarada con Bolivia que descuidó de tal manera que se perdió Tarija, en 1838 propuso ceder las Malvinas a los acreedores ingleses y en el mismo año se produce el bloqueo francés (que duró tres años) debido a que el gobierno de Francia pedía que no se incluyera a ciudadanos franceses en el servicio militar (guardia territorial) y se indemnice a los súbditos de ese país por maltrato, bloqueo estimulado por Rosas para desviar la atención de los problemas internos (lo cual terminó con el tratado Makau-Arana por el que se aceptaron los reclamos franceses, aunque violado por el sitio a Montevideo), en 1843 Chile ocupa la Patagonia y Rosas recién reclama cuatro años después mientras pide ayuda a las fuerzas militares chilenas para luchar contra los indios. El nieto del tratadista mencionado, Isidoro J. Ruiz Moreno, recuerda que “por testamento [Rosas] legó su sable a Francisco Solano López [el tirano paraguayo]” (en La Nación, 8 de noviembre de 1999).
En 1832, como gobernador de Buenos Aires desde 1830, Rosas firma el Pacto Federal por el que se comprometió a convocar a un Congreso Constituyente, lo cual nunca cumplió. 

Escribe Juan González Calderón que “Rosas no consintió nunca en que lo estipulado en el Pacto Federal se cumpliera, y mantuvo al país bajo su despotismo durante veinte años” (en El general Urquiza y la organización nacional).  Reasumió en 1835 con facultades extraordinarias y gobernó el país hasta 1852 bajo un régimen de terror en un sistema unitario centralizado por más que sus huestes se denominaron federales, todo desde Buenos Aires ya que nunca visitó el interior del país, salvo una vez a Santa Fe.
Es de interés citar opiniones autorizadas sobre Rosas —muchas de ellas tomadas de la recopilación de  

Bernardo González Arrili— lo cual pinta un panorama claro de su catadura moral y de los estragos realizados por su régimen. 

Bartolomé Mitre destaca que fundó “una de las más bárbaras y poderosas tiranías de todos los tiempos” (en Historia de Belgrano).  

Esteban Echeverría: “Su voz es de espanto, venganza y exterminio. ¡Que hombre! ignorancia y ferocidad. Ninguna grandeza de alma; pequeñez de alma si, y cobardía” (en Poderes extraordinarios acordados a Rosas).  

Domingo Faustino Sarmiento: “Hoy todos esos caudillejos del interior, degradados, envilecidos, tiemblan de desagradarlo y no respiran sin su consentimiento [el de Rosas]” (en Facundo).  

Miguel Cané: “Salí de Buenos Aires, porque me pesaba sobre el alma la atmósfera política que la influencia de Rosas había formado en mi patria” (manuscrito citado en Miguel Cané y su tiempo de Ricardo Sáenz Hayes). 

Félix Frías: “Yo vi el espectáculo horrible de 60 indios fusilados por orden de Rosas en la plaza del Retiro en Buenos Aires. Los cadáveres de aquellos infelices, muchos de ellos con resto de vida, fueron amontonados en los carros, que los condujeron al panteón. Rosas se proponía por medio de esos espectáculos sangrientos enseñar la obediencia al pueblo de Buenos Aires. ¡Y cuantas veces ha sido preciso repetir aquella bárbara lección! […] En octubre del año 40 y abril del 42, la mazorca y los empleados de Rosas en bandas recorren día y noche las calles de Buenos Aires, degollando a los individuos cuyos nombres Rosas les ha dado. Cuando habían degollado 10 a 20 disparaban un cohete volador, señal a la policía para que mandase carros que llevasen al cementerio los cadáveres”  (en La gloria del tirano Rosas).

Juan Bautista Alberdi: “los decretos de Rosas contienen el catecismo del arte de someter despóticamente y enseñar a obedecer con sangre” (en La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo).

 José Manuel Estrada: “Ahogó la ciudad con la campaña, la revolución liberal con la escoria colonial y apoderado del gobierno por primera vez en 1830, hizo gala de su ferocidad. En seguida volvió a la esfera  campesina que adueñaba y se vinculó con los caudillos subalternos que más tarde sacrificaría a puñal o veneno: adhirió las masas, más íntimamente que lo habían estado jamás, a fuerzas de crueldades, de cinismo y de extravagancias […] La superabundante degradación llegó, el vaso rebosó su fetidez. La democracia bárbara, la soberanía numérica, la brutalidad moral exaltaron la encarnación más sombría de gaucho a una autocracia irresponsable. ¡Ah señores! Hay días en que los pueblos de nada dudan, sino de sí mismos; todo lo esperan menos de su derecho. Ese día pálido y vergonzoso ha brillado sobre esta sociedad conturbada por todos los infortunios, aún los más horrendos, el miedo y la abyección. La tiranía fue confirmada por el ignominioso plebiscito de 1835” (en La política liberal bajo la tiranía de Rosas). 

José Hernández: “Veinte años dominó Rosas esta tierra […] veinte años negó Rosas la oportunidad de constituir la República; veinte años tiranizó, despotizó y ensangrentó al país” (en “Discurso en la Legislatura de BuenosAires”).  

Ricardo Levene: “La opinión general, el sentimiento de la sociedad, consagró a Rosas árbitro de los destinos de la provincia de Buenos Aires y de toda la República. El ambiente social se fue formando en el sentido de consolidar la dictadura […] Uno de los espectáculos más subalternos en que había caído la plebe de Buenos Aires, eran las fiestas parroquiales tributadas en homenaje al dictador. Colocaban el retrato de Rosas en un carro triunfal que tiraban los magistrados y ciudadanos haciendo el papel de bestias. La imagen de Rosas era paseada por la cuidad y la imponían así al respeto y al miedo de la población. En las iglesias se colocaba el retrato en el altar, y los sacerdotes, desde el púlpito, exhortaban a la adoración y culto de Rosas” (en Lecciones de historia argentina).

José de San Martín: “Mi querido Goyo, es con verdadero sentimiento que veo el estado de nuestra desgraciada patria, y lo peor de todo es que no veo una vislumbre que mejore su suerte. Tú conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución contra los hombres más honrados de nuestro país” (en carta a Gregorio Gómez, septiembre 21 de 1839).  
Paul Groussac: “Lo que al pronto distinguía a Rosas de sus congéneres, era la cobardía, y también la crueldad gratuita” (en La divisa punzó).

 Juan María Gutierrez: “La dominación de Rosas echó por raíces en el terreno viejo de la colonia, terreno que apenas comenzaba a desmalezarse cuando la reacción social hacia atrás se inició bajo los auspicios del oscurantismo intelectual que distinguía a los colaboradores letrados del régimen de las facultades extraordinarias” (en Obra de Echevarría).

 José Ingenieros: “Rosas asoció las dos intolerancias; la política y la religiosa. Así encontró los resortes más íntimos de su dominación […] Rosas, sin embargo, no era un fervoroso creyente; nunca lo había sido antes de necesitar de la religión como un instrumento de su despotismo. Si no ateo, había sido indiferente en materia de creencias religiosas; pero su política de reacción contra la democracia y el liberalismo necesitó del disfraz fanático que le traería como aliados todos los hombres de reposado espíritu colonial” (en “Las ideas coloniales y la dictadura de Rosas”).

Florencio Varela: “[El sistema rosista] consiste en que no tengamos hogar, ni propiedad, ni libertad individual; en que la mitad de de una generación se pase con las armas en la mano; en que los campos no se cultiven, y la educación se abandone, y ningún trabajo útil se emprenda, y los principios de la moral se vayan poco a poco abandonando, hasta desaparecer y dejar al hombre la sola vida estúpida y material que se asemeja a la bestia; si, en eso consiste, mandones dementes y frenéticos el sistema que proclamaís” (en Rosas y su gobierno). Sin duda que esta selección de textos es insignificante al lado de todo lo escrito sobre esta tiranía abyecta…todavía resuenan las palabras condenatorias de escritores de la talla de José Mármol y de Jorge Luis Borges para mencionar solo dos plumas adicionales de distintas épocas en una galería de opiniones que se extiende por doquier.
La asfixia que provocaba el sistema rosista generó cinco levantamientos armados entusiastamente apoyados por los numerosos exiliados en Montevideo, Colonia, Valparaíso y Santiago, movimientos libertadores que fueron cruelmente sofocados, antes de la exitosa campaña de Caseros liderada por Justo José de Urquiza que logró derrocar al tirano: la de Jenaro Berón de Astrada, la de Ramón Maza, la Revolución del Sur en la que hubo de participar Juan Lavalle, la Coalición del Norte de Marco Avellaneda y la de José María Paz.
Cierro esta nota con un dato que revela otro de los canales por los que el tirano disponía de la hacienda ajena, ya que como resumió Lucio V. Mansilla, Rosas concentró “todos los poderes, los más formidables, como son disponer de la vida, del honor, de la fortuna de sus semejantes” (en Rosas: ensayo histórico-psicológico). Disolvió el Banco Nacional y lo reemplazó por la creación de la  Casa de la Moneda, entidad en la que colocaba empréstitos gubernamentales contra emisión monetaria, la que significó 1.200% durante su gestión al frente del gobierno. La característica central de Rosas —igual que todos los tiranos— es la de proceder en el país como patrón de estancia propia que maneja sin pudor ni escrúpulo alguno en el contexto de una arrogancia sin límite y siempre rodeado de cortesanos y alcahuetes, todo lo cual ocurrió hasta el antes mencionado levantamiento de Caseros en el que fue derrotado (cuando se vio en desventaja, abandonó a sus soldados y huyó del campo de batalla como apunta Isidoro J. Ruiz Moreno en la antedicha nota periodística) y se exilió en Inglaterra donde terminó sus días en una muy confortable granja de su propiedad.

FUENTE
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 9 de febrero de 2012.

jueves, 19 de julio de 2012

Juan Manuel de Rosas tirano

Martín Sagayo recibiendo en el palenque
 de su casa a su amigo Paulino Lucero.

Aclaracion: Paulino Lucero es un gaucho correntino, enemigo acérrimo de la tiranía de Rosas, que acompañó constantemente al general Lavalle, en clase de soldado, y fue uno de los bravos que salvaron el cadáver de su general de las impías manos del feroz D. Manuel Oribe que, cual chacal hambriento y rabioso, escarbaba los sepulcros buscando la cabeza descarnada de aquel valiente infortunado. Después que sus fieles y esforzados compañeros pudieron, en tierra extranjera, darle la cristiana sepultura que les negaron los tiranos de su patria, aquel puñado de héroes escapados del puñal de los verdugos y de Rosas se dispersó buscando su salvación en los países limítrofes. Lucero se refugió al fin en los campos del Cuaró, donde vivía a monte, siempre con la esperanza de que amaneciese un día de libertad para su patria. Así que supo que el general Urquiza había levantado su espada contra los tiranos, voló a la Provincia de Entre Ríos a ofrecerle sus servicios. En estas circunstancias es cuando se encuentra con su antiguo amigo Martín Sayago. La primera edición de este diálogo se hizo en Montevideo el año de 1846. En la segunda, publicada en 1851, salió enteramente refundido y aumentado; y ahora se reproduce así corregido.

MARTIN:
¡Amigo! De aquella loma
que atrás del monte se ve,
apenas lo devisé,
dije: aquel mozo que asoma
se me hace por la presencia
ser el paisano Lucero;
y felizmente, aparcero,
me ha salido...

LUCERO
 A la evidencia:
porque como nunca juyo
de esta causa en el afán;
y como dice un refrán,
en un pie a tu tierra, grullo,
cuanto el general Urquiza
(a quien lo conserve Dios)
pegó el grito: "vamonós
contra Rosas", a la prisa,
como es justa la contienda,
por lo justo, al grito yo,
decidido, del Cuaró 4
me vine a tirar la rienda
frente de Gualeguaychú, 5
y al Uruguay me azoté
y lueguito me largué,
a saber de su salú.
¿Y mi aparcera?

MARTIN
  Buenaza,
siempre mentándolo a usté.
Vaya, aparcero, apiesé;
ya sabe que está en su casa,
y no precisa...

LUCERO
 Al momento:
velay refalo el recao
y me pongo a su mandao.

MARTIN
Adelante: tome asiento.

LUCERO
Pues, mire, amigo Sayago,
yo al venir me presumía
que no me conocería
al volver por este pago.
Pero si usté a la fortuna
es igual en la memoria,
ya puede hacer vanagloria
de conocedor: ¡ahijuna!

MARTIN
Lo que yo estoy conociendo
es que usté viene templao
y, como siempre alentao.
Conque, váyame diciendo:
¿diadónde sale?

LUCERO
¡Chancita!
De lejas tierras, cuñao,
después de haberme troteao
media América enterita:
De suerte que de mulita
ya nada tengo, ¡qué Cristo!
pues con las cosas que he visto
en tanto como he andao,
de todo estoy enterao
y para todo estoy listo.
Pero, paisano Martín,
yo creiba que su amistá
con mi larga ausiencia ya
hubiese aflojao al fin.
Ya ve que ¡siete años largos
sin vernos hemos pasao!
¡y cómo estoy de arrugao
por tantos ratos amargos!...
Así, yo hubiera apostao
a que me desconocía,
y que ni mentas haría
de mí.

MARTIN
Se había equivocao:
y lejos de eso, aparcero,
tan presente lo he tenido
que lo hubiera distinguido
en el mayor entrevero.
Digo esto, en la persuasión
que usté en la otra tremolina
habrá andao de garabina,
por supuesto, y de latón;
sobre el pingo noche y día
peliando al divino ñudo,
medio en pelota o desnudo
y con la panza vacía.
Pero ya por estos pagos,
lo mesmo que por su tierra,
se anda por concluir la guerra
y las matanzas y estragos:
bajo la suposición
de que no corcoviará
Rosas, y se allanará
a organizar la nación
por el orden federal,
que Entre Ríos y Corrientes
han proclamado valientes,
y han de sostener... ¿qué tal?

LUCERO
¡Muy lindo!... pero... veremos
porque ese Rosas, amigo,
¡es tan diablo... pucha, digo!
¡cuántos males le debemos!
Y aunque usté haiga forcejeao
en otro tiempo por él,
éste no es el tiempo aquel,
y se habrá desengañao...

MARTIN
¿Forcejeao, dijo? Se engaña:
por un deber he seguido,
siempre medio persuadido
que Rosas es un lagaña.

LUCERO
¿Medio no más, aparcero?
¿o se le hace rana el sapo?
¿a que, si se lo destapo,
se persuade por entero?
¡Es un tigre hasta morir,
con unas garras que asusta!
Y a ese respeuto, si gusta,
le explicaré mi sentir.

MARTIN
¡Pues no!, amigo: desde luego
prosiga, y déle por ahi:
y arme un cigarro, velay,
también voy a darle fuego.

LUCERO
No... deje estar... ¡Voto a bríos!
¡Maldito sea el rocín!
¡Por Cristo! amigo Martín,
he perdido los avíos 6.
¡Ah bruto! ¡si ha corcoviao
hasta cortarme la cincha,
y todavía relincha;
y mire, se ha revolcao!
MARTIN
Tiene laya de buenazo
y bellaco...

LUCERO
Sin piedá,
pero de conformidá,
que luego es ¡superiorazo!
Hoy cuasi me descompuso,
porque en pelos me dejó,
y ya también se volió,
pero salí, ¡como un huso!

MARTIN
¡Ah, gaucho!... Vení, Ramón;
velay, agarrá ese overo,
y acolláralo ligero
al zaino viejo rabón.
¿No será algún pescuecero 7
su redomón, ño Paulino,
que saque por el camino
a la rastra a mi aguatero 8 ?
No le hace: andá y del tirón
traite el mate y la caldera;
vaya, hijito, y de carrera
cébenos un cimarrón.

LUCERO
Pues, yo creí que usté viviera
siempre en la otra población,
y hoy al darle el madrugón
me encontré con la tapera.
Luego me pude informar
de su salú y paradero,
y en la cruzada al overo
se le antojó retozar.

MARTIN
¡Voto alante! en fin ya ve,
después de tanto rodar,
me he conseguido afirmar
siempre en la costa del Clé 9 :
donde en otro tiempo, amigo,
cuanto rancho he levantao,
lueguito me lo han quemao,
como si fuera castigo:
hasta hoy que como la rosa
vivo y puedo trabajar
con miras de adelantar,
si Dios no manda otra cosa.
Pues acá de varios modos,
siendo los hombres honraos,
todos viven sosegaos
y ganan su vida todos,
mediante la protección
que el gobernador Urquiza
al pobre que la precisa
le presta de corazón.
Así, el hombre es bendecido,
como bajado del cielo,
después de tanto desvelo
y atraso que hemos sufrido.

LUCERO
Que dure es lo menester,
y pronto, amigo, verá
que esta provincia será
feliz como debe ser:
porque la naturaleza
y Dios mesmo se ha esmerao
en darle como le ha dao
en su suelo su riqueza,
corriendo la agua a raudales
por sus ríos caudalosos,
y de ahi sus montes frondosos,
sus campos y pastizales.
Luego sus puertos y haciendas
su trajín y produciones...
¿No valen más estos dones,
que ejércitos y contiendas
sin término? ¿y para qué?
Para que al fin el tirano
llegue a ser el soberano
de estos pagos .

MARTIN
Riasé
del Supremo y de su antojo,
pues, para tal pretender,
Rosas no debía ser
tan ruin, tan malo, y tan flojo;
ni debía ese asesino
apoyarse en el terror,
ni ser tan manotiador
como tacaño y mezquino.
Así condición ninguna
tiene, sino fantasía;
pero, ya se allega el día
de que se le acabe, ¡ahijuna!...
¡Qué distinto proceder
tiene acá el gobernador,
a quien el restaurador
le debe todo su ser!
Usté lo verá, paisano;
por supuesto, lo verá,
y si ha visto (me dirá)
hombre más liso y más llano.
Y verá con el empeño
que protege al hombre honrao,
sin fijarse en lo pasao,
ni en si es de Uropa o porteño.
Porque su único sistema
es perseguir los ladrones,
pero que por opiniones
ya ningún hombre le tema.
También verá el adelanto
de nuestra provincia entera,
y al cruzar por aonde quiera
le parecerá un encanto:
Ver la porción de edificios
que se alzan en todas partes
para proteger las artes
y diferentes oficios.
Luego en los campos verá
las escuelas que sostiene
la Patria, en las cuales tiene
a hombres de capacidá:
Enseñando satisfechos
y con esmeros prolijos
a que aprendan nuestros hijos
a defender sus derechos.
Y últimamente, paisano,
si hay gobiernos bienhechores,
quizá uno de los mejores
es el Gobierno entrerriano.

LUCERO
¡Qué primor! Así debía
proceder todo gobierno:
veríamos que al infierno
iba a parar la anarquía.
Pero, desgraciadamente,
Rosas es tan envidioso,
y tan diablo y revoltoso,
que ya pretende al presente
largarnos un buscapié
para hacernos chamuscar,
porque no le ha de agradar
esta quietú; creamé.
Pues la Libertá y la paz
son dos cosas que aborrece,
a punto que se estremece
de oírlas nombrar nada más.
A bien que le he prometido
destapárselo enterito,
y voy a hacerlo lueguito:
¿quiere atender?...

MARTIN
Decidido
le prometo mi atención:
que un hombre de su razón
merece ser atendido.
LUCERO
Pues bien, amigo Sayago,
debajo de una amistá
oirá con la claridá
y la franqueza que lo hago.
No hablo como lastimao;
menos como correntino:
hablaré como argentino,
patriota y acreditao,
que nunca ha diferenciao
a porteños de entrerrianos,
ni a vallistas de puntanos,
porque todos para mí,
desde este pago a Jujuí 10 ,
son mis queridos paisanos.
Y en el rancho de Paulino
puede con toda franqueza
disponer de la pobreza
cualquier paisano argentino,
pues nunca ha sido mezquino,
y a gala tiene Lucero,
el que cualquier forastero
llegue a golpiarle la puerta,
siguro de hallarla abierta
con agrado verdadero.
Sólo aborrezco a un audaz
que piensa que la nación
es él solo en conclusión,
y su familia, a lo más:
y ese malevo tenaz,
matador, morao y ruin,
que ha promovido un sinfín
de guerras calamitosas,
no es una rana... ¡ése es Rosas!
mesmito, amigo Martín,
que grita ¡federación!
y degüello a la unidá,
mientras que a su voluntá
manotea a la nación;
y en veinte años de tesón
que mata y grita audazmente
¡federación! que nos cuente,
¿que provincia ha prosperao
o al menos se ha gobernao
de por sí federalmente?
Ninguna, amigo: al contrario,
hoy miran su destrución
v que en la Federación
Rosas se ha alzao unitario,
porque. a lo rey albitrario,
desde San José de Flores
fusila gobernadores,
niñas preñadas y curas,
y comete en sus locuras
otra máquina de horrores.
¡Vea qué Federación
tan gaucha! Y yo le respondo
que, aunque soy medio redondo 11 ,
conozco su explicación,
que consiste en mi opinión,
en que los pueblos unidos
vivan, y no sometidos
a tal provincia o caudillo
que les atraque cuchillo
y los tenga envilecidos...

MARTIN
¡Ahijuna!...

LUCERO
No se caliente:
deje estar que le relate.

MARTIN
Siga, amigo: velay mate;
velay también aguardiente.
¡Barajo!... ¡qué relación!
¡Ah, Rosas, si en este istante
te topara por delante!
si hasta me da comezón...

LUCERO
¡Viera, aparcero Sayago,
por esos pueblos de arriba,
como he visto yo cuando iba,
redotao por esos pagos!
¡qué mortandades, qué estragos!
¡cuánta familia inocente
hasta hoy llora amargamente
la miseria y viudedá
que deben a la crueldá
de Rosas únicamente!
Luego, el encarnizamiento
con que a los hombres persigue,
y los rastrea, y los sigue
lo mesmo que tigre hambriento.
Así es que he visto un sin cuento
de infelices desterraos,
y hombres que han sido hacendaos
rodando en tierras ajenas
y viviendo a duras penas
pobres y desesperaos.
¿Y así pretende el tirano
que el país esté sosegao,
habiéndolo desangrao
de un modo tan inhumano?
Ahora, dígame, paisano:
si a usté también lo saquiara,
lo persiguiese y rastriara
así con un odio eterno,
usté desde el quinto infierno
¿con Rosas no se estrellara?

MARTIN
Siguro, hasta el fin del mundo
como a pleito lo seguía,
y hasta lo perseguiría
de la mar en lo profundo.
Y a la prueba me remito
en la presente patriada,
yendo a darle una sableada
allá en Palermo mesmito.
Y siendo tan revoltoso
el paisano Juan Manuel,
preciso es librarnos de él
lo mesmo que de un rabioso;
y entre todos sin reposo
dejándonos de pelear,
lo debemos corretear,
que dispare a lo ñandú 12
y se vaya a la gran-pu
y nos deje sosegar.

LUCERO
Y que deje de amolarnos
con tanta guerra al botón
que arma allá ese baladrón
con miras de esterminarnos.
Que acá para gobernarnos
federal y lindamente,
sin hacer matar la gente,
pero haciendo prosperar
la patria, no han de faltar
gobiernos como el presente.

MARTIN
¡Ah, gaucho sabio y ladino!
si es la cencia consumada,
y patriota más que nada;
eche un trago, ño Paulino.

LUCERO
Vaya, amigo,
¡a la salú de sus pagos y los míos,
y el Gobierno de Entre Ríos
que nos ha de dar quietú!
¡Y por la Federación!

MARTIN
¿La gaucha?...

LUCERO
          No: ¡la Entre-Riana 13 !
la linda, la veterana,
que hará feliz la nación,
hoy que su proclamación
alza el general Urquiza,
diciendo: "¡Aquí finaliza
todo el poder de un tirano,
que el ejército entrerriano,
va a reducir a ceniza!"
MARTIN
Amigo, ahi tengo un changango
que pasa de rigular,
y ahora mesmo hemos de armar
para esta noche un fandango.
Aunque ya no me acordaba
que ayer, cuando iba al arroyo,
mi Juana Rosa en un hoyo
medio se sacó una taba;
Y hoy de mañana salió
con la Nicasia en las ancas,
y en aquellas casas blancas
debe estar, presumo yo,
haciéndose acomodar
la pata que se le ha hinchao:
pero así mesmo, cuñao,
esta noche ha de bailar.
¡Y usté templando el changango
saquemelé hasta la frisa,
a salú de don Urquiza
federal lindo y de rango!

LUCERO
Lo haré por él, lo prometo;
pues, si antes fui su enemigo,
ahora de veras le digo,
me ha cautivao el afeto.
viendo el empeño completo
con que llama a los paisanos
para que se den las manos
y se dejen de matar:
así es que lo han de apreciar
todos los americanos.
Y así, yo de corazón
rendiré la vida a gusto
en las filas de don Justo,
sosteniendo su opinión
de organizar la nación,
hoy que el caso se presenta,
para ajustarle la cuenta
a ese tirano ambicioso,
causal de tanto destrozo
que nuestra patria lamenta.
Y a quien el mesmo Entre Ríos
le debe tantos atrasos,
por las trabas y embarazos
que antes le puso a estos ríos;
creyendo en sus desvaríos
Juan Manuel, que el Paraná
era de su propiedá:
y cuando le daba gana
no entraba ni una chalana.
¡Mire qué barbaridá!
Y a todo barco atajaba,
sin más razón ni derecho
que sacarle hasta el afrecho
en tributos que cobraba:
de otro modo no largaba
a ningún barco jamás
y sólo a San Nicolás 14
cuando más podían ir,
pues si querían subir
los hacía echar atrás.
¡Qué diferencia hoy en día
es recostarse a estos puertos,
y verlos siempre cubiertos
de purita barquería!
con tanta banderería
y tanta gente platuda
que al criollo que Dios lo ayuda
se arma rico redepente;
lo que antes cuasi la gente
andaba medio desnuda.
Luego, en ganar amistades,
¿acaso se pierde nada?...
¿y con gente bien portada
que nos trae comodidades,
cayendo de esas ciudades
de Uropa tantos naciones,
a levantar poblaciones
en nuestros campos disiertos,
que antes estaban cubiertos
de tigres y cimarrones 15 ?
¿O debemos ahuyentar
la gente que habla en la lengua?
No, amigo, porque no hay mengua
en que vengan a poblar;
pues nos pueden enseñar
muchas cosas que inoramos
de toda laya: ¿a qué andamos
con que naides necesita,
si hay tanto y tanto mulita
entre los que más pintamos?
Dicen que "la extranjerada
(algunos, no dicen todos)
nos han de comer los codos".
¿Qué nos han de comer? -¡Nada!
podrán comer carne asada,
cuando apriendan a enlazar;
y no se puede negar
que son muy aficionaos
a echar un pial, y alentaos
si se ofrece a trabajar.
Allá en mi pago tenemos
un nacioncito bozal,
muchacho muy liberal
con quien nos entretenemos;
y al lazo le conocemos
mucha afición de una vez.
Y, ni sé qué nación es,
pero cuando entre otras cosas
le grito: "Piálame a Rosas",
se alegra y responde: ¡Yes!

MARTIN
¡Será el diablo! Pues aquí
anda otro carcamancito
que contesta a lo chanchito,
y a todo dice: "güi, güi",
y ayer peló un bisturí
de dos cuartas, afilao,
y yo que estaba a su lao
le dije: "¿Para qué es eso?"
y él señalando el pescuezo
nombró a Rosas, retobao 16 .

LUCERO
¡Pero, si es temeridá
lo que el hombre es malquerido
y putiao y maldecido
en todo pago y ciudá!
Ya le dije, yo he corrido
muchas tierras, y embarcao
desde la mar del Callao
hasta la Esquina 17 he venido,
y en Bolivia he conocido
a hombres que no morirán
de antojo, y le pegarán
al Supremo una sumida,
si Dios le presta la vida
al general Ballivián.
Este anda por Chuquisaca,
y allá en Lima anda un Castilla,
general, que si lo pilla
a Rosas le arrima estaca;
porque es liberal de a placa
ese general limeño;
y a todo gaucho abajeño 18
que anda infeliz por allá
en cualquier necesidá
lo proteje con empeño.
Así, yo vine prendao
de otro general Torrijo.
¡Ah, mozo! un día me dijo,
viéndome medio atrasao;
"¿Muchacho, sos emigrao?"
Sí, señor, le respondí;
"Pues tomá", -y le recebí;
y como quien no da nada
ahi me largó una gatiada 19
que luego la redetí.
Después en Chile, paisano,
también me puse las botas,
con muchos mozos patriotas
que detestan al tirano;
y el gobierno es tan humano,
que a todos nos compadece,
y dice que no merece
Buenos Aires esa suerte,
en que hoy se mira, y de muerte
a Juan Manuel lo aborrece.
¿Y el general Virasoro?
¿y el ejército que manda?
¡por Dios! le asiguro que anda
contra Rosas, como un toro;
y antes en manos de un moro
caiga ese bruto asesino,
que no en las de un correntino.
Así, que ande Rosas listo,
pues si lo pillan ¡ah, Cristo!
¡infeliz de su destino!
Luego, en colmo de sus males,
al Presidente 20 su aliao,
ya lo tienen apretao
veintidós mil imperiales,
todos mozos ternejales
que lo han de sacar muriendo,
y todos, estoy creyendo
como una cosa sigura,
que por sacarle una achura
a Rosas se andan lambiendo.
Y en todo el género humano,
no crea, ni le parezca
que hay hombre que no aborrezca
a Juan Manuel por tirano.
¿Y en el Paraguay, paisanos?
¡viera a los paraguayitos
todavía mamoncitos
que apenas andan gatiando,
y ya se largan gritando:
"¡que muera Rosas!..."

MARTIN
¡Ah, hijitos!
Ya además el Presidente
es un quiebra, sigún veo,
pues le ha pedido rodeo
al Héroe del Continente.

LUCERO
Sí, amigo, muy suavemente
al principio lo ha palmeao,
y ya lo ha redomoneao,
hasta el verano que viene,
que puede ser que lo enfrene
y lo haga de su recao.

MARTIN
¡Ah, cosa! Dios lo bendiga,
y le dé su santa gracia.
¡Che! mire: ahi viene Nicasia
con mi china. Pero, diga:
¿se acuerda de Sandoval
el payador?

LUCERO
¡Cómo no!

MARTIN
Un chumbo lo desnucó.

LUCERO
¿Dónde?...

MARTIN
En la Banda Oriental:
donde también por mi mal
andando por esa tierra,
cuando la maldita guerra
en que Rosas nos metió,
cuasi, cuasi, quedé yo
estirao en una sierra.

LUCERO
Velay otra guerra, amigo,
que hace Rosas al botón,
de cuya desolación
usté habrá sido testigo:
y ¿qué oriental enemigo
tiene Entre Ríos? pregunto.
¿A qué cargas, a qué asunto
mandó allá a la paisanada?
¿Sabe a qué, aparcero? a nada;
a peliar por él, por junto.
Cierto es que Frutos Rivero
vino acá la vez pasada,
porque allá la entrerrianada
a él lo atropelló primero
con don Pascual, que altanero
se guasquió a Santa Lucía,
pues de terne presumía,
hasta que en una mañana
le zurraron la badana:
y que vuelva, ¡y qué volvía!
Y de ahi, Rosas se ha propuesto
destruir la Banda Oriental,
que no le ha hecho ningún mal,
¡mire si es hombre funesto!
Y no alega otro pretexto
que mudarle presidente.
¿qué le importa que Vicente,
o Pedro, o Juan o Tadeo
gobierne en Montevideo?
¿no digo bien?

MARTIN
  Mesmamente.

LUCERO
Pues ya ve a los orientales
matándose con horror,
lo que es, amigo, un dolor,
¡porque son tan liberales!
y hay mozos tan racionales
entre uno y otro partido,
que si ya no se han unido
no es por rencor, creamé,
es solamente porqué
ahi anda Rosas metido.
Lo que antes, los orientales
se daban cuatro sabliadas,
y al tiro de camaradas
quedaban todos iguales:
mas hoy, con los federales
que Rosas les ha injertao
tan fiero los ha trenzao,
que algunos ya lo coligen,
y Dios permita y la Virgen
que le hagan el cuerpo a un lao.
Dios lo permita, repito,
que se abracen como hermanos;
porque, sin ser mis paisanos
los apreceo infinito;
pues ya sabe, aparcerito,
que yo me crie por allá,
y así es con temeridá
lo que esa gente me agrada,
y esas hembras más que nada,
porque son una deidá.
MARTIN
¡Oiganlé al cantor Lucero
cómo se explica y se amaña!
Pues bien, una media caña
conciérteme, compañero.
Toda de amor enterita,
que se alborote el hembraje
con las coplas, y le faje
hasta la madrugadita.

LUCERO
Media caña y cielo junto,
será más lindo, aparcero,
y que yo duerma primero,
porque... ya me siento en punto...

MARTIN
Echesé, aunque Juana Rosa
venía y se ha entretenido,
y si lo pilla dormido
quizá se muestre quejosa.
Pero ya que está templao,
no hay que hacer caso, echesé,
que yo lo dispertaré
con un buen cordero asao...
Aunque, amigo, la patrona
lo ha querer agradar:
dejemé, voy a carniar
con cuero una vaquillona.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y ya enderezó Martín
rumbiando para el rodeo 21
y Paulino a su deseo,
hizo estas coplas por fin.







Notas a Paulino Lucero
  1. Maniador: tira de cuero sobado, la cual sirve para atar el caballo al palenque o a la estaca.
    2. Sobeo: soga de cuero pelado y torcido.
    3. Vilote: cobarde.
    4. Cuaró: lugar de la campaña oriental.
    5. Gualguaychú: pueblo de Entre Ríos.
    6. Los avíos de sacar fuego: el yesquero, la piedra, el eslabón, etc.
    7. Pescuecero: caballo que cuando lo acollaran con otro lo arrastra tirando con el pescuezo.
    8. Aguatero: caballo que sirve para traer agua a la rastra.
    9. Clé: nombre de un arroyo.
    10. Juijuí: provincia argentina fronteriza con Bolivia.
    11. Redondo: ignorante.
    12. Ñandú: avestruz.
    13. La federación pactada en 1831.
    14. San Nicolás de los Arroyos es el pueblo que tiene en el río Paraná el último puerto marítimo perteneciente a la provincia de Buenos Aires.
    15. Cimarrones: perros salvajes.
    16. Retobao: adusto, ceñudo como enojado.
    17. La Esquina: puerto de la provincia de Corrientes en el Paraná.
    18. Abajeño: nombre que le dan los peruanos y bolivianos a los argentinos.
    19. Gateada: onza de oro, color de gato amarillo.
    20. Alude al general Oribe, titulado presidente legal de la República Oriental del Uruguay.
    21. Rodeo: el conjunto de animales vacunos.
    22. Buseo: puerto muy inmediato a Montevideo.
    23. Changango: guitarra vieja y de mala construcción.
    24. Betún: cierta figura que se hace entre las parejas que bailan el cielito o la media caña refalosa.
    25. Garvizo: cierto médico andaluz que curaba el estrabismo (los bizcos) y que estaba como cirujano al servicio de Oribe.
    26. Bolsita: el ridículo o indispensable que usan las señoras para llevar sus pañuelos.
    27. Jueguera: el conjunto de instrumentos o piezas que en una bolsita construida de buche de avestruz usan los gauchos para sacar fuego.
    28. Palmar: nombre que tuvo una goleta de guerra de la escuadra de Rosas.
    29. El comandante Maciel fue un valeroso oficial del general Lavalle, y en campaña usaba la barba extremadamente crecida. Así, habiendo sido hecho prisionero por los soldados de Oribe en la provincia de Corrientes, el Presidente Legal, después de mandarlo degollar inmediatamente, ordenó que le arrancaran la piel de todo el espinazo y también la del rostro con toda la barba: y (aseguran) se la mandó de regalo a Rosas, quien antes de este horrible presente ya había recibido el de la manea construida de la piel del Gobernador Berón de Astrada, muerto y descuartizado en la batalla de Pago Largo.
    30. El doctor Maza era el padre de la señora esposa del doctor Valentín Alsina, y al principio de la administración de Rosas, ocupó el puesto de ministro de gracia y justicia, y después fue presidente del tribunal de justicia. Luego, más tarde, Rosas lo mandó asesinar con uno de sus esbirros llamado Gaetán, quien en la misma sala del tribunal mató a puñaladas al doctor Maza, hallándose éste sentado en su silla presidencial. A ese asesinato, cometido a prima noche, asistió Rosas, quien sospechó o averigüó que el citado coronel trataba de hacerle una revolución, y por eso el tirano mandó asesinar al doctor Maza y a su hijo.
    31. Con estas décimas se anunció la primera parte de La encuhetada, composición que salió ilustrada con dos láminas. En esta edición se han conservado las notas de la primera.
    32. Lebas: el litógrafo de Montevideo que hizo las láminas para ilustrar La encuhetada.
    33. Alude a los de Francia e Inglaterra que aflojaron en la Intervención armada contra Rosas.
    34. Enflautada: burla, ironía, lo mismo que ensilgada.
    35. Happy: nombre de un vapor inglés por el cual contestó Rosas al gobierno diciéndole que no recibiría al ministro Southern.
    36. En los pagos: en los distritos.
    37. Tandil: fortaleza situada a cien leguas al sur de Buenos Aires.
    38. Mr. Peel: primer ministro en la Gran Bretaña.
    39. Diaónde: de donde.
    40. Así vengo.
    41. Amigo, camarada.
    42. Mente: recuerde.
    43. Asiento de campaña, tronco de árbol.
    44. Hijar: cuero desgarrado.
    45. Los vicios: les llaman al fumar, beber licores, tomar mate.
    46. Ciertamente.
    47. Tomar té de yerba del país en un mate.
    48. Y en ancas: y también.
    49. El mate amargo.
    50. Color particular de un caballo.
    51. Ajeniaron cuantuá: robaron hace mucho tiempo.
    52. Cierto lugar de la campaña oriental.
    53. Otro color particular de un caballo.
    54. Presilla doble de cuero para atar dos caballos unidos por el pescuezo.
    55. Nombre de un general argentino que invadió la Banda Oriental el año 1839.
    56. Agencear: buscar.
    57. Otro color de caballo.
    58. Donde se desmonta del caballo.
    59. Beef-steak: así les llaman los paisanos a los ingleses.
    60. Pangaré: caballo de color tostado claro.
    61. Ebrio.
    62. El hombre que no sabe andar a caballo.
    63. Valiente.
    64. Infiel: también llaman así los paisanos a los extranjeros que no hablan en español.
    65. Caballo espantadizo.
    66. Maleza: andar de mala suerte.
    67. Lugar de la montura en el cual se asegura la estribera y el estribo.
    68. El cuhete: el tronco de la costilla.
    69. Estremecer el lomo.
    70. Idioma.
    71. Hueso.
    72. Se le hizo facilísimo.
    73. Caballo desensillado.
    74. El lugar.
    75. Meniando taba: conversando seguidamente hasta fastidiar.
    76. Completo.
    77. Prosista: hablantín.
    78. Vestirse o equiparse.
    79. Desdicha o infortunio en la guerra.
    80. Multitud de lanchas y botes.
    81. A bordo.
    82. Pértigo: parte delantera y sobresaliente del lecho de una carreta.
    83. Los muchachos criollos, para hacer correr a un carnero, le hacen colita meneándole el rabo.
    84. Horcones: palos rústicos y muy altos, que enterrados sirven de puntales para construir casas de campaña.
    85. Silbidos.
    86. Precipitarse.
    87. Cuadrúpedo anfibio y campestre.
    88. Vichar: observar.
    89. A dos laos: a toda carrera.
    90. Arme un cigarro de papel.
    91. Facón: gran cuchillo que se hace de un pedazo de sable o espada inservible.
    92. Ojales: heridas.
    93. El mono: el dinero.
    94. Intervención.
    95. Más ñata: más ridícula.
    96. Bocleo: bloqueo.
    97. Un ganao: una cantidad de animales vacunos.
    98. Por si lo pillo: por si lo encuentro.
    99. Balija: apodo o sobrenombre con que conocían muchos paisanos a cierto individuo.
    100. Zaino: otro color de caballo.
    101. La tranca: la borrachera.
    102. Voltear la anca: alzar precipitadamente la pierna derecha, para desmontarse del caballo.
    103. Bonetudos les llamaban los defensores de Montevideo a los soldados de Rosas por el bonete largo y colorado que usaban.
    104. La canción La refalosa.
    105. Parejero: caballos enseñados para correr carreras.





Hilario Ascasubi (1807-1875)

Fuente: Paulino Lucero o los gauchos del Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental del Uruguay (1839 a 1851); París, Imprenta Paul Dupont, 1872.

miércoles, 18 de julio de 2012

Paradoja de la vida

PARADOJA DE LA VIDA


DICEN QUE DIOS CREÓ AL BURRO Y LE DIJO:
-"Serás burro, trabajarás de sol a sol, cargarás sobre tu lomo todo lo que te pongan y vivirás 35 años".
El burro contestó:
- Señor, seré todo lo que me pides, pero... 30 años es mucho, ¿por qué no mejor 10 años?.
Y Dios creó al burro.

DESPUES DIOS CREÓ AL PERRO Y LE DIJO:
-"Serás perro, cuidarás la casa de los hombres, comerás lo que te den y vivirás 25 años".
El perro contestó:
-Señor, seré todo lo que me pides, pero... 25 años es mucho, ¿por qué no mejor 10 años?.
Y Dios creó al perro.

LUEGO DIOS CREÓ AL MONO Y LE DIJO:
-"Serás mono, saltarás de árbol en árbol, harás payasadas para divertir a los demás y vivirás 15 años".
El mono le contestó:
-"Señor, seré todo lo que me pides, pero... 15 años es mucho, ¿por qué no mejor 5 años?.
Y Dios creó al mono.

FINALMENTE, DIOS CREÓ AL HOMBRE Y LE DIJO:
-"Serás el más inteligente de la tierra, dominarás el mundo y vivirás 30 años".
El hombre le contestó:
-"Señor, seré todo lo que me pides, pero... 30 años es poco. ¿Por qué no me das también los 20 años que no quiso el burro, los 15 que no aceptó el perro y los 10 que rechazó el mono?.
Y Dios creó al hombre.

Y HE AQUÍ LA PARADOJA:
Así es que el hombre vive 30 años como hombre, luego se casa y vive 20 años como burro, trabajando de sol a sol y cargando sobre su espalda el peso de la familia; luego se jubila y vive 15 años como perro, cuidando la casa, comiendo lo que le den y termina viviendo 10 años como mono, saltando de casa en casa de los hijos, y haciendo payasadas para divertir a los nietos.